martes, 17 de julio de 2007

Good Will Hunting

Me habían recomendado esta película, pero por falta de interés o de tiempo no había podido verla. La verdad Matt Damon no es un actor que me agrade por eso no la había visto. Sin embargo, después de ver esta película, creo que Damon (al igual que Di Caprio) tiene cualidades suficientes para ser un buen y grandioso actor. En fin, ese no es el punto.
La película se transmitió por Canal 11 (a quién debo grandes satisfacciones cinematográficas). Empezó a media noche y terminó cerca de las tres de la mañana. Honestamente decidí verla sólo por curiosidad, porque era un filme, hasta donde yo recuerdo, muy utilizado en las clases de orientación vocacional y cosas por el estilo.
Conforme fui adentrándome en la trama, me sorprendí por el parecido que existe entre Will (Matt Damon) y yo, sobre todo, en esta época. No estoy cera siquiera de ser la mitada de lo inteligente y agudo que es el personaje, pero sí, en cambio, comparto muchos rasgos de su personalidad. Mencionaré sólo tres.
a) Inseguridad. Will vivió un periodo traumático en su niñez (fue maltratado por su padrastro), y eso dejó una profunda impronta en su ser. El método de defensa que utilizó para "aminorar" el miedo y la inseguridad de esta etapa fue su ávido deseo de conocimiento y el don para comprender problemas complejos. Si bien yo no he tenido trastornos psicológicos en mi niñez (o al menos los he "bloqueado muy bien"), comparto la inseguridad de Will. Los que me conocen, quizá no lo noten, pero es cierto. La razón, quizá sea que no me gusta demostrarlo. También me resguardo la literatura, la filosofía y cosas por medio de las cuales pueda marcar distancia y marcar límites (incluso de superioridad) respecto de los demás.
b) Falta de compromiso. Al igual que Will, sé que tengo capacidad para actividades que reten mi inteligencia, pero no soy lo suficientemente valiente para comprometerme y "explotar" dicha facultad. Un amigo que ahora estudia en Europa siempre me reclama que no esté también allá. Seré sincero. No me decido a estudiar en el extranjero, uno, porque vivo de manera cómoda y, dos, porque no quiero alejarme de mi familia. Sin embargo, de un tiempo para acá, creo que estas razones no son más que unas frases hechas, y que he encontrado mi zona de confort, que me he acostumbrado a ella y no quiero abandonarla.
c) Miedo al fracaso. Al igual que Will, no me gusta arriesgarme, ya sea profesional o sentimentalmente, porque siempre trato de ser frío, racional y analítico. Al igual que Will, descubro que cualquier actividad que emprenda tiene un riesgo y como no sé que tan costoso pueda ser si fallo, prefiero no empezarla. Ante todo, certeza y seguridad.

Luego de esta enumeración quisiera agregar un reflexión. Disfruté mucho la película porque llegó en un momento coyuntural de mi vida. Hace poco inicié el proceso de selección para la maestría en filosofía de la UNAM. Lamentablemente no fui aceptado. Pero, hasta cierto punto, lo agradezco. De haber entrado ¡tendría qué hacer los próximos dos años! Hubiera encontrado otro momento de seguridad en mi vida, pero sólo hubiera pospuesto el momento por el cual me encuentro ahora.
Cuando alzaba la mirada y pensaba en mi futuro, inmediatamente la bajaba, porque veía que era difuso y prefería distraerme en el trabajo, los amigos, el anime, la música... Ahora tengo tiempo y el valor para replantearme qué es lo que quiero hacer con mi vida. Aunque aún no tengo claro que es lo que quiero, por lo menos he iniciado el proceso de reflexión.

miércoles, 13 de junio de 2007

Mi viaje en la Willys

Hace unos días visité a un amigo y al cual no he podido ayudar con un trabajo. Lamentablemente, en aquella ocasión tampoco pude darle buenas noticias. Espero, en verdad, terminarlo pronto. Este amigo, al igual que yo, está a dieta. Sin embargo, ese día le valió y decidió ir al Oxxo a comprar gusguerías. El me invitó y yo accedí con gusto. Me dijo que iríamos en la Willys. Yo me sorprendí, porque no sabía qué era eso. Cuando bajamos al estacionamiento descubrí esto:

La Willys era una camioneta Jeep de los cincuenta!!! (Mis amigos saben que uno de mis sueños es comprar una Jeep y viajar con ella por la República Mexicana). Mi sorpresa aumentó cuando vi que esta joya automotriz tenía doble tracción y que era necesario utilizarla para salir del estacionamiento. El interior era amplísimo. Por si fuera poco me sentí de lo más seguro, su estructura completamente metálica, te invitaba a ponerte al tú por tú con cualquier microbusero.

He de presumir, además, que el viaje más largo que ha hecho la Willys desde que fue arreglada fue el mío. Espero poder volver a subirme en esta camioneta y, por qué no, también conducirla.

lunes, 4 de junio de 2007

Los guisos de la abuela

Mi abuela Guadalupe empieza a tener ciertos comportamientos propios de la vejez. Mi madre (su hija), mi papá y mi hermano se molestan mucho con ella porque en su afán de ayudar en las laboraes de la casa, siempre termina por entorpecer las actividades de los demás.
La abuela tiene muchísimas actitudes chuscas y, a la vez, deseseperantes. Por ejemplo, duerme mucho durante el día y por las noches camina en camisón por el patio. Se levanta diario a las siete de la mañana a lavar la ropa, que no es mucha, porque mi madre o mi hermano lavan cada dos días. Además, procuramos que no lave porque utiliza el cloro sin distinción alguna. En el proceso hemos perdido muchas prendas. Eso sí, ella nunca hace nada y le echa la culpa a mi tia Elvira.
También suele "embobarse" con la televisión ¡más que yo! y para colmo, cada que la novela en turno se va a comerciales, nos cuenta lo que pasó. Por si fuera poco, cuando alguien le explica cómo ha de tomarse las medicinas, siempre asiente y dice que sí, como si hubiera entendido todo, pero sucede todo lo contrario, porque cuando uno le pide que nos diga a qué hora tiene que tomarse las pastillas no sabe... ¡Nos ignora cuando le hablamos! Cuando hace eso me imagino a Homero Simpson cuando bloquea una conversación que no le interesa escuchar y sólo escucha un "bla bla bla..."para al final darles por su lado. Lo mismo hace mi abuela.
El último evento fue el que me animó a escribir esto, porque fue el que más me enterneció y el que más recordaré. Fue un lunes. Mi mamá estaba lavando, mi papá viendo la tele y mi hermano estaba enojado. Nadie decía nada. Me lo imaginaba, mi abuela había hecho una de las suyas. Entré al cuarto y ahí, sentada, como una niña regañada, estaba mi abuela. Acto seguido, entré a la cocina y entonces pude ver la travesura cometida.
Ese día, cuando salíamos a trabajar, mi madre le dijo a la abuela: Mamá, hay salchichas (entre muchas otras cosas) para que comas. Guísalas a tu gusto. Mi abuela "escuchó" y quiso entender: "Cocina las salchichas a tu gusto para que todos comamos a nuestro regreso". Como dije, no nos hace caso.
Así pues, mi abuela se dispuso a preparar la comida. Cocinó medio kilo de salchichas de pavo (mi hermano estaban furioso porque está haciendo pesas y su dieta se reduce a comer productos de pavo y átún). La abuela agregó a las salchichas casi un litro de una salsa exquisita. (Habíamos ido a El Seco, pueblo de mi papá, y mis tías nos regalaron toda esa gloriosa salsa.) Como el platillo no"espesaba", Guadalupe molió unos jitomates y los incorporó al menjurge. Esa tarde nadie se animó a comer el guiso. Tampoco mi abuela.

jueves, 24 de mayo de 2007

París... 1

Ha pasado mucho tiempo y, quizá, ya no tenga en mente todos los detalles, pero lo esencial aparecerá en esta pequeña bitácora sobre mi viaje a las europas. Por cierto, disculparán la redacción. Por el momento no tengo tiempo para pulir el texto.
Pues bien, antes de mi partida, el plan era el siguiente: trabajar hasta las 3, comer y despedirme de mis amigos en el trabajo, para después dirigirme tranquilamente al aeropuerto. Todo empezó bien. Llegué a las 7 de la mañana, empecé a trabajar en la oficina de mi jefe, quien se encontraba en León y, además el edificio estaba vacío porque fue el 40 aniversario del Ipade y todos estaban ocupados atendiendo a los invitados.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de terminar mi trabajo, la impresora se puso sus moños y batallé con ella cerca de dos horas. Por si fuera poco, cuando por fin pude tener los documentos impresos, recibí un correo de mi jefe diciéndome que necesitba hacer modificaciones al documento que ya había impreso. Eran las 4 de la tarde y mi vuelo salía a las 6:30. Obvio no comí ni pude despedirme de nadie en el Ipade. Por fin, cuando pude hacer los cambios que mi jefe me pidió, salí corriendo hacia el aeropuerto. Llegué a las 5 de la tarde y afortunadamente no tardé para documentar el equipaje. Ese día fueron a despedirme mis papás, mi hermano y un amigo. Seré breve y sólo diré que todos teníamos el "Ojo Remi" al despedirnos.
Una vez que llegué a la sala de abordar, pude relajarme y liberar, hasta cierto punto, la tensión y el estrés. Sin embargo, empezaba a invadirme otra sensación. Nunca había viajado en avión y mi primer viaje sería muy largo. Todo era nuevo para mí, no sabía cómo funcionaba un aeropuerto, no sabía dónde esperar, dónde formarme, qué asiento tomar... Pero eso me emocionaba. Esa sentimiento ambiguo (miedo y gozo) la disfrutaba muchísimo. Ese tipo de sensaciones nos hace sentir vivos (LX).
Una vez que abordé el avión, me tocó viajar con una compatriota ya entrada en años y un señor que, al parecer, era holandés. Viajé en KLM y tenía que hacer una escala en Amsterdam antes de llegar a París. Pues bien, cuando el avión empezaba a tomar pista y miré a mis compañeros de vuelo, me percaté de que estaban de lo más tranquilos y serenos. Pensé: "¿Qué pensarán estos señores si me pongo ansioso e histérico? No serñor, no puedo permitir que se den cuenta de que me está poniendo nervioso esto de volar por primera vez". Así que, como en otras ocasiones, tuve que manifestar una actitud estoica. Cuando el avión despegó no sentí absolutamente nada. El avión dejó tierra y yo empecé a notar cada vez más pequeño el paisaje. Una vez en el aire, ya no me preocupé de nada, aunque mie estómago empezaba a reclamar alimento. Muchos dirán que la peor comida que se puede comer es la que sirven en los aviones, pero, cuando sirvieron la cena, la degusté y disfruté como nunca. Dormí unas 5 horas durante el vuelo. No necesité más.
Casi cuando estabamos a punto de aterrizar, empecé a hablar con mi compatriota y me enteré que iba a unas conferencias de la ONU en Suiza, aunque pasaría unos días antes en París (caray, de haberlo sabido antes, hubiera ganado un buen contacto jajaja). Al enterarse de que era mi primer viaje al extranjero y de los lugares que visitaría, me dio algunos consejos, sobre todo, acerca de qué lugares visitar en cada ciudad, qué museos visitar y cuánto tiempo dedicarles.
Cuando estabamos a punto de despedirnos nos dimos cuenta de que tomaríamos el mismo vuelo a París. Decidí seguirla, pues era un hecho que me perdería en el aeropuerto más grande de toda Europa. Cuando descendimos del avión nos dijeron que habíamos perdido la conexión a París. La señora me dijo: "No le hagas caso. No pudimos haber perdido el vuelo".
Teníamos poco tiempo para abordar el otro avión y aún nos faltaba pasar por dos controles de equipaje y por migración. Afortunadamente pasamos rápido por los controles de equipaje porque la señora se puso "heavy" con los encargados, pero no así con los oficiales de migración. Cuando la señora dijo: "No puedo perder mi avión, por favor, apúrese", el oficial tomó las cosas con calma. Se reacomodó en su asiento y con un tono calmada y pausado empezó a preguntale: ¿De dónde viene? ¿A dónde va? ¿Cuánto tiempo permanecerá ahí? ¿En dónde se hospedará? ¿Con quién? ¿Cuánto dinero trae?... Cuando llegó mi turno, yo estaba más nervioso porque el tiempo pasaba y aún faltaban como 500 metros para llegar a la otra sala de abordar. El oficial me preguntó: ¿Vienes con la señora? Respondí, justo, lo que no tenía que responder: Sí. El oficial sonrió y, después, en tono serio, empezó a hacerme el mismo rosario de preguntas...
Para cuando sellaron mi pasaporte faltan alrededor de 10 minutos para abordar el avión. Tuve que correr. Cuando llegué me dijeron: "No puede abordar, por favor, espere". Eso hice. Pero una vez que la señora me alcanzó (la dejé en el camino cuando corrí) y al ver que le decían lo mismo, le preguntó a una muchacha de la aerolínea (muy guapa, por cierto) la razón por la cual no podíamos abordar. La pregunta fue hecha en un tono normal, pero quizá señora ya estaba estresada y sólo nos pedía que nos callaramos (a eso hay que agregar que estaba esperado un bebé). Tras pasar así varios minutos, un señor dijo que era un pésimo servicio y que pondría una queja. La muchacha se enojó muchísimo y le dijo en voz alta que tenía que esperar. Eso provocó que el señor se enojara y le pidiera su nombre. La muchacha mucho se levantó furiosa y le mostró su gafete y decía "cosas" en holandés. Yo me sorprendí muchísimo y me puse nervioso porque no sabía como terminaría todo. Quizá terminarían a golpes... uno nunca sabe.
Por suerte, un señor (muy amable) nos explicó que el problema era con el equipaje y que teníamos dos opciones: esperar nuestro equipaje, lo cual implicaba tomar el vuelo de las 7 de la noche (eran las 2) o viajar a París sin él. Yo no tenía opción, tenía que viajar en París porque Juan Luis, el amigo por el cual hice este viaje, me esperaba. Cuando llegué París, en la zona de arrivos no encontré a mi amigo. Afortunadamente el susto, pasó pronto porque a los 5 minutos lo encontré pidiendo un sandwich en una cafetería. Obvio, corrí, lo saqué (ya no compró nada) y le expliqué la razón de mi retraso. Una vez que supo lo de mi equipaje fuimos a la oficina de Air France para reclamarlo y pedir que lo enviaran a su departamento.
En París llovía y hacía un frío terrible y, claro, ¿por qué no?, mi chamarra estaba en Amsterdam con el resto de mi equipaje. Pero no importaba, ya estaba en París y Juan Luis ya tenía planeado qué hacer el resto de la tarde.
Tomamos un autobús que nos dejaría justo frente al Arco del Triunfo. Un monumento colosal y que me dejó boquiabierto yTodo fue muy extraño. Estaba en París y no sentía esa "magia" que, se supone, uno experimenta cuando visita el antiguo continente. Estaba ahí y pero no me sentía ajeno. Aunque me sorprendía ver a gente de otra raza y cultura distintas. Por cierto, había ruido, como en cualquier metrópoli, pero nada parecido al ruido de nuestro país. El ruido que escuchaba mientras caminaba en Champs Élyseés era el de las pisadas, algunos murmullos y los autos circulando. Nunca escuché nada parecido al argüende y griterío que es tan propio de la ciudad de los Palacios. Mientras recorríamos Champs Élyseés, Juan Luis me daba una introducción para sobrevivir en tierras parisinas. Pronto llegamos a la Plaza de la Concordia donde empecé a tomar fotos cual chino en Disneylandia. Por cierto, he de reconocer la paciencia de Juan Luis para esperarme cada que quería tomar una foto.
Luego de retratar el Obelisco que Napoléon se "pirateó" de Egipto, entramos a un jardín precioso y que conduce directamente al Museo de Louvre. Juan Luis, conociéndome, me llevó de inmediato. Tuvimos mucha suerte. Los viernes primero de cada mes, de 6 a 9 p.m., la entrada es gratis.

El Louvre

En estas cuantas horas, dimos un recorrido muy rápido. Y vimos algunas de las obras más populares del museo como la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia, la Giocconda. Por cierto, nada espectacular. Aunque pasé un buen rato mirando el cuadro y aunque reconozco la grandeza de Leonardo como pintor, la obra que, en mi opinión, valía la pena de esa sala estaba justo enfrente: Las Bodas de Caná. Mientras la había la gene se agolpaba para ver la obra de Da Vinci, yo me senté a admirar la obra del Veronés.
Aun no salía del trance cuando mi amigo, me condujo a una sala repleta de Rubens. Majestuosa. ¡Lo mejor de todo es que estaba vacía! Eso he de agradecérselo a Dan Brown. Pero lo mejor llegó cuando Juan Luis me presentó a su pintor predilecto: Rembradt. No es para menos, la técnica para darle vida a sus cuadros mediante la profundidad en la mirada en sus retratos y la oscuridad misteriosa en que están envueltos sus cuadros me resultaron extraordinarios. ¡Qué gran pintor!
Aunque disponíamos de media hora más para ver más obras del Louvre, tuvimos que dejar el museo porque teníamos planeado hacer el recorrido en el Sena, o bien, subir a la Torre Eiffel. Al final no hicimos ninguna de las dos. Eso sí, pude disfrutar de una buena panorámica de la torre desde Trocadero. Vaya si los franceses saben sacar partido de sus monumentos. Ese mismo día me subí al metro parisino, el cual, me parece, es una cosa sui generis, luego escribiré porqué. Aunque era tarde y estaba agotadísimo le pedí a Juan Luis que caminaramos hasta su departamento. Fue un recorrido bastante agradable. París es una ciudad segura, aunque es posible encontrar a carteristas en lugares turísticos. En fin, llegamos al departamento de mi amigo, cenamos, escribí un mail a mis amigos en el Ipade que, por cierto, contestaron casi de inmediato y, por fin, dormí.

martes, 22 de mayo de 2007

Envidia

Descubro con tristeza que soy un pobre novato en esto del blog y la escritura. Lo he dicho en otra ocasión, no soy un buen escritor y me cuesta mucho trabajo escribir unas cuantas líneas. Sin embargo, estoy sorprendido de que algunos de mis philoi tengan una capacidad literaria extraordinaria. Muchos de ellos escriben cuentos y poemas en sus blogs (espero que todos estén registrados para que no se los plagien); algunos otros "postean" sus experiencias personales y, los menos, agudas reflexiones acerca de la vida.
Yo tengo mucho tiempo sin escribir, quizá por que tengo poco que contar o, ahora que lo pienso, porque soy un egoísta y no quiero contar nada. La verdad es que el respeto que tengo por mis amigos y el miedo a ser criticado por ellos me detiene muchas veces a escribir algo en mi blog.
Ahora bien, he de ser sincero y decir que tras leer algunos de los blogs de mis compañeros, no tengo cosas interesantes que contar. Es más he llegado a pensar que sería mejor dejar esta empresa de escribir, para, en su lugar, dedicarme a leer los blogs de los demás.


miércoles, 21 de marzo de 2007

Así suelen ser mis escritos...

¡Cuánto tiempo ha pasado desde que escribí en el blog!, más de un mes... Una vez más reafirmo, en cierta medida, que soy inconstante. Bueno, pondré como disculpa 1) que no tengo internet en mi casa y 2) que ahora he estado más ocupado en la chamba y no he tenido tiempo para escribir. Aunque, a decir verdad, no he vuelto a escribir porque tengo pocos conceptos y temas sobre los cuáles escribir.
Para muestra bastan las líneas que he escrito hasta el momento. A diferencia de muchos amigos y conocidos, yo no quiero utilizar mi blog para contar mis experiencias personales. En otras palabras, no considero a este medio como un diario personal o un anecdotario. Sé bien que muchas veces los textos que aparecerán en este espacio aludirán a referencias personales, pero eso no significa que sean del todo verídicos. Como se lo dije a un amigo, prefiero mezclar lo real con lo que me hubiera gustado que pasara.
En fin, creo que por más disculpas o advertencias, este blog se parecerá mucho al resto de los blogs que leo. En ocasiones será tedioso y aburrido. De manera esporádica, habrá alguna buena puntada y, casi nunca, una buena reflexión. Desearía mucho tener textos tan profundos y sesudos como los redactados por los catedráticos universitarios, pero conozco mis limitaciones. No soy un buen escritor.
A veces pienso que bastaría empezar a leer y a empaparme de buena literatura para imitar ciertos estilos y, quizá así, empezar a decir cosas que le gusten a mis potenciales lectores. Aunque, ahora que lo pienso mejor, la lectura me podrá ayudar a mejorar mi estilio "literario", pero no del todo. Sé que tengo que escribir y leer. Leer y escribir. Pero últimamente no he hecho nada de esto, porque no tengo tiempo para todo. Desearía poder convivir con mis amigos, darle tiempo de "calidad"a mi familia (vaya eufemismo creado el hombre "ocupado") leer, trabajar, jugar futbol y ver anime y cine. Oh, tiempo. Eso es lo que pido, tiempo... o, en el mejor de los casos, tener la capacidad para no cansarme y evitar dormir. Así, entonces, dispondría de ese tiempo.
Ja ja ja. Así, suelo escribir la mayoría de las veces, sin orden y sin guión. Espero no molestar a mis potenciales lectores, pero como dije en otra ocasión. Utilizo la escritura como catársis y no me preocupa tanto si soy leído o no...

miércoles, 14 de febrero de 2007

"Todo lo puede el miedo y nada el amor"

Admiro Nietzsche no sólo porque estuvo en contra de todos, sino también porque él mismo clausuró toda posibilidad a que no existieran nietzscheanos, para que no hubiera copias baratas que lo imitasen. Ahora en día uno no puede estar en contra de todos. Se vive una época donde el consenso, la tolerancia y el respeto "gobiernan" a la sociedad. Nada más falso. Reconozcámoslo. Todos aparentan ser gente fiable, alegre y amistosa, pero en el fondo, lo quieran o no, esconden intenciones poco cordiales.
No puedo creer que esté escribiendo esto, sobre todo, cuando he defendido que la amistad basta para ser feliz...

jueves, 8 de febrero de 2007

Dividido

Vivo en dos mundos y en ninguno me siento agusto. A veces deseo ser un viajero para vagar por el mundo; otras, volverme un cínico contemporáneo y, las menos, cometer atrocidades (¡ay, nanita!), pero cuando estoy a punto de hacerlo, esa voz incómoda (ese daimón socrático) me reprime. He experimentado en carne propia el mito del carro alado que relata Platón en el Fedro. Aunque, he de reconocerlo: no soy un buen auriga. Ahora que lo reflexiono, creo que Nietzsche experimentó la misma sensación, pero él mandó todo al carajo. Nietzsche sí túvo la voluntad de poder requerida para decir no a su tarea de auriga y dejar que el caballo desbocado dirigiera el carro. Mi ánimo, por el momento, no posee dicha fuerza.

martes, 30 de enero de 2007

Esperando una casualidad

Hoy la he vuelto a ver. Vaya si extrañaba la sonrisa de esta Casualidad. Ojalá que haya sentido la misma alegría que yo cuando la ví. Aunque, ahora que lo pienso, seguramente no se percató de ello, porque, como siempre, traté de ocultar mis emociones. Hay quienes pecan de imprudentes, pero hay otros -como yo- que pecan por estoicos.
Las casualidades, como la de esta tarde, se dan de pronto, súbitamente. En mi caso, muchas de ellas me han aguardado pacientemente a que acepte su invitación, pero siempre las desespero. ¿Será, acaso, que no me decido por miedo? (Pienso que el temor es un concepto con el cual podemos "justificarnos" y "resguardarnos" de casi todo, aunque no por mucho tiempo.) En mi caso, debo reconocerlo, el miedo no es la causa de mi indecisión.
Me siento afortunado y me declaro bendecido porque en mi camino se han cruzado grandes y hermosas casualidades. Pero también reconozco que la sensación de poder que experimeno al saber que la invitación es para mí y no para otros, es placentera. Mi problema es el ego. Sí, creo que eso es. La fuerza del egoísmo y la vanidad es tan poderosa que, incluso, puede terminar con el amor más sicero, ¿por qué dudar, entonces, de su poder para desdeñar las invitaciones que nos hace el destino?
Sin embargo, la soledad que vislumbro y que mi alma, de algún modo, es capaz de sentir, me han puesto a pensar si seré capaz de desdeñar todas las casualidades que aparecen en mi camino. Aunque también me he puesto a pensar si la vida se está enfadando porque no acepto sus casualidades y está planeando no ofrecerme más. Quizá me prepara una casualidad especial y debo esperar. Tengo años esperando... Pero, ahora me preguto si la Casualidad de esta tarde será la que he estado aguardando. No lo sé, tengo miedo de averiguarlo...

viernes, 26 de enero de 2007

Rurouni Kenshin

Desde que era pequeño me he sentido atraído por la figura del héroe solitario que viaja a través del mundo. Disfrutar de la naturaleza, aprender de otras culturas y hacer amigos en cada lugar visitado son actividades que aún me resultan atractivas. La imagen más cercana de ese héroe en la infancia es de un personaje de un video juego: Ryu, de Street Fighter.
Ahora que soy aficionado del anime, los personajes (aunque siguen siendo ficticios) siguen alimentando esta idea. Uno de ellos, el que más me ha impactado es Kenshin Himura, de la serie Samurai X. Trataré de explicarme.
En el pasado, Kenshin fue conocido como Batusai "El Destajador" y se convirtío en uno de los mejores espadachines de la época. Sin embargo, tras un lamentable acontecimiento, juró no volver a matar a nadie con su katana. Viajó por Japón y nunca vivió en un lugar fijo.
Pero un día conoció a una mujer, Kaoru. Con el tiempo, como es de esperarse, ella y Kenshin se enamoraron e, incluso, tuvieron un hijo. Sin embargo, Kenshin, desde su primer encuentro, le mencionó a Kaoru que era un viajero errante y que algún día tendría que partir. Pasaron muchos años, pero ese día llegó.
Aunque esto último no pertenece propiamente a la serie sino a un episodio llamado Samurai X: Reflection, me agradó que las cosas tomaran un rumbo fatídico. Por si fuera poco, las cosas empeoran aún más, porque Kenshin y Kaoru están enfermos, próximos a morir y lejos el uno del otro. El final es dramático.
Luego de limpiarme las lágrimas, reflexioné nuevamente en la idea de seguir siendo un viajero. Puedo decir que aún me agrada la vida errante, pero no sé si seré capaz de soportar un final como el de Kenshin.


PD. Pido una disculpa a los otakus que, tratando de buscar información acerca de Rurouni Kenshin, se encuentren por azares del destino (o por culpa de Google o Yahoo) con mi molesta y, para muchos, absurda "duda existencial".

jueves, 18 de enero de 2007

La escritura como catársis

Me gusta escribir, pero cuando lo hago en una hoja de papel me siento más libre. Puedo cambiar de tema cuantas veces se me antoje, hablar de mis "dramas existenciales" o de lo que he comido. Pero, cuando uno publica lo que escribe, no importa en dónde, tiene que preocuparse por el lector.
Además, escribir en la computadora tiene, en mi caso, dos inconvenientes. El primero es que pienso más rápido de lo que mis dedos teclean y, el segundo, es que mi obsesión por redactar bien me hace reescribir o incluso borrar textos en los que invierto mucho tiempo. ¡Imagínense llevo una hora escribiendo estos párrafos! Y estoy apunto de borrar todo. Ja, y pensar que mi primera oración sería: "he iniciado la tarea de un blog no por el afán de ser leído, sino por practicar el ejercicio catártico de la escritura". Ahora caigo en la cuenta de que sufro mucho al escribir.

martes, 9 de enero de 2007

Pánfilo

Hombre alegre y sencillo, campesino de profesión y padre de seis hijos, a quién he tenido oportunidad de conocer estos últimos años. Mi padre, el segundo hijo de Pánfilo, poco me ha contado sobre él y lo lamento mucho, pues hubiera querido que mis andanzas se hubieran visto influenciadas por mi abuelo desde niño. El amor a su familia está fuera de discusión. El respeto y admiración de sus nietos me han llevado a plantearme de manera seria en una meta realmente difícil: repetir la historia de Pánfilo con mis nietos y que ellos, a su vez, deseen repetirla con los suyos. He conocido poco a mi abuelo, pero ha sido increíble. Me atrevo a decir que su vida me ha dejado una impronta más honda que la propia filosofía.