lunes, 18 de febrero de 2008

Liderazgo, no me importa

Trabajo en una escuela de negocios. En esta institución se habla de temas empresariales y a mí desde siempre me ha llamado la atención uno en especial: el liderazgo. Ha habido una tendencia en los últimos años para hacerle creer a los empresarios que es una obligación convertirse en una imagen a seguir para su gente. Sin embargo, creo que ese intento bienintencionado resulta perjudicial a la larga. Ahora todas las personas tienen como finalidad ser un líder. Ideas como proactividad y autoridad son términos de uso corriente.
Hace unos años Gabriel Zaid en Letras Libres hacía una apología de los losers. No era una defensa inútil o absurda. Al igual que Zaid, me pregunto por qué le hacen creer a la gente que es una necesidad convertirse en un winner, un líder, alguien "importante". ¿Qué pasa con los subordinados que son igual de importantes que un CEO para una generar ganancias en una compañía?, ¿con los camarógrafos y cableros que son decisivos para la realización de una cinta cinematográfica y su gloria se limita a aparecer en los créditos de la película?
A mí no me interesa ser un líder, no está en mi sangre. Prefiero ser el hombre de confianza, el hombre leal que sigue a un hombre con ideales reales y verdaderos. De esos hay muy pocos. No me preocupa ni me emociona estar en los reflectores. Mi perfil, en ese sentido, es bajo. Quizá, en eso me parezca a mi signo zodiacal chino: el perro, porque soy celoso de mi amo, soy fiel aunque en ello se me vaya la vida (al menos quisiera que así fuera). Deseo más ser una persona confiable para los demás, alguien a quien pedir consejo u oído para escuchar. Sólo eso. Para eso no requiero de la fama. Basta la amistad y, a veces, tan sólo el compañerismo.