martes, 30 de enero de 2007

Esperando una casualidad

Hoy la he vuelto a ver. Vaya si extrañaba la sonrisa de esta Casualidad. Ojalá que haya sentido la misma alegría que yo cuando la ví. Aunque, ahora que lo pienso, seguramente no se percató de ello, porque, como siempre, traté de ocultar mis emociones. Hay quienes pecan de imprudentes, pero hay otros -como yo- que pecan por estoicos.
Las casualidades, como la de esta tarde, se dan de pronto, súbitamente. En mi caso, muchas de ellas me han aguardado pacientemente a que acepte su invitación, pero siempre las desespero. ¿Será, acaso, que no me decido por miedo? (Pienso que el temor es un concepto con el cual podemos "justificarnos" y "resguardarnos" de casi todo, aunque no por mucho tiempo.) En mi caso, debo reconocerlo, el miedo no es la causa de mi indecisión.
Me siento afortunado y me declaro bendecido porque en mi camino se han cruzado grandes y hermosas casualidades. Pero también reconozco que la sensación de poder que experimeno al saber que la invitación es para mí y no para otros, es placentera. Mi problema es el ego. Sí, creo que eso es. La fuerza del egoísmo y la vanidad es tan poderosa que, incluso, puede terminar con el amor más sicero, ¿por qué dudar, entonces, de su poder para desdeñar las invitaciones que nos hace el destino?
Sin embargo, la soledad que vislumbro y que mi alma, de algún modo, es capaz de sentir, me han puesto a pensar si seré capaz de desdeñar todas las casualidades que aparecen en mi camino. Aunque también me he puesto a pensar si la vida se está enfadando porque no acepto sus casualidades y está planeando no ofrecerme más. Quizá me prepara una casualidad especial y debo esperar. Tengo años esperando... Pero, ahora me preguto si la Casualidad de esta tarde será la que he estado aguardando. No lo sé, tengo miedo de averiguarlo...

viernes, 26 de enero de 2007

Rurouni Kenshin

Desde que era pequeño me he sentido atraído por la figura del héroe solitario que viaja a través del mundo. Disfrutar de la naturaleza, aprender de otras culturas y hacer amigos en cada lugar visitado son actividades que aún me resultan atractivas. La imagen más cercana de ese héroe en la infancia es de un personaje de un video juego: Ryu, de Street Fighter.
Ahora que soy aficionado del anime, los personajes (aunque siguen siendo ficticios) siguen alimentando esta idea. Uno de ellos, el que más me ha impactado es Kenshin Himura, de la serie Samurai X. Trataré de explicarme.
En el pasado, Kenshin fue conocido como Batusai "El Destajador" y se convirtío en uno de los mejores espadachines de la época. Sin embargo, tras un lamentable acontecimiento, juró no volver a matar a nadie con su katana. Viajó por Japón y nunca vivió en un lugar fijo.
Pero un día conoció a una mujer, Kaoru. Con el tiempo, como es de esperarse, ella y Kenshin se enamoraron e, incluso, tuvieron un hijo. Sin embargo, Kenshin, desde su primer encuentro, le mencionó a Kaoru que era un viajero errante y que algún día tendría que partir. Pasaron muchos años, pero ese día llegó.
Aunque esto último no pertenece propiamente a la serie sino a un episodio llamado Samurai X: Reflection, me agradó que las cosas tomaran un rumbo fatídico. Por si fuera poco, las cosas empeoran aún más, porque Kenshin y Kaoru están enfermos, próximos a morir y lejos el uno del otro. El final es dramático.
Luego de limpiarme las lágrimas, reflexioné nuevamente en la idea de seguir siendo un viajero. Puedo decir que aún me agrada la vida errante, pero no sé si seré capaz de soportar un final como el de Kenshin.


PD. Pido una disculpa a los otakus que, tratando de buscar información acerca de Rurouni Kenshin, se encuentren por azares del destino (o por culpa de Google o Yahoo) con mi molesta y, para muchos, absurda "duda existencial".

jueves, 18 de enero de 2007

La escritura como catársis

Me gusta escribir, pero cuando lo hago en una hoja de papel me siento más libre. Puedo cambiar de tema cuantas veces se me antoje, hablar de mis "dramas existenciales" o de lo que he comido. Pero, cuando uno publica lo que escribe, no importa en dónde, tiene que preocuparse por el lector.
Además, escribir en la computadora tiene, en mi caso, dos inconvenientes. El primero es que pienso más rápido de lo que mis dedos teclean y, el segundo, es que mi obsesión por redactar bien me hace reescribir o incluso borrar textos en los que invierto mucho tiempo. ¡Imagínense llevo una hora escribiendo estos párrafos! Y estoy apunto de borrar todo. Ja, y pensar que mi primera oración sería: "he iniciado la tarea de un blog no por el afán de ser leído, sino por practicar el ejercicio catártico de la escritura". Ahora caigo en la cuenta de que sufro mucho al escribir.

martes, 9 de enero de 2007

Pánfilo

Hombre alegre y sencillo, campesino de profesión y padre de seis hijos, a quién he tenido oportunidad de conocer estos últimos años. Mi padre, el segundo hijo de Pánfilo, poco me ha contado sobre él y lo lamento mucho, pues hubiera querido que mis andanzas se hubieran visto influenciadas por mi abuelo desde niño. El amor a su familia está fuera de discusión. El respeto y admiración de sus nietos me han llevado a plantearme de manera seria en una meta realmente difícil: repetir la historia de Pánfilo con mis nietos y que ellos, a su vez, deseen repetirla con los suyos. He conocido poco a mi abuelo, pero ha sido increíble. Me atrevo a decir que su vida me ha dejado una impronta más honda que la propia filosofía.