miércoles, 13 de junio de 2007

Mi viaje en la Willys

Hace unos días visité a un amigo y al cual no he podido ayudar con un trabajo. Lamentablemente, en aquella ocasión tampoco pude darle buenas noticias. Espero, en verdad, terminarlo pronto. Este amigo, al igual que yo, está a dieta. Sin embargo, ese día le valió y decidió ir al Oxxo a comprar gusguerías. El me invitó y yo accedí con gusto. Me dijo que iríamos en la Willys. Yo me sorprendí, porque no sabía qué era eso. Cuando bajamos al estacionamiento descubrí esto:

La Willys era una camioneta Jeep de los cincuenta!!! (Mis amigos saben que uno de mis sueños es comprar una Jeep y viajar con ella por la República Mexicana). Mi sorpresa aumentó cuando vi que esta joya automotriz tenía doble tracción y que era necesario utilizarla para salir del estacionamiento. El interior era amplísimo. Por si fuera poco me sentí de lo más seguro, su estructura completamente metálica, te invitaba a ponerte al tú por tú con cualquier microbusero.

He de presumir, además, que el viaje más largo que ha hecho la Willys desde que fue arreglada fue el mío. Espero poder volver a subirme en esta camioneta y, por qué no, también conducirla.

lunes, 4 de junio de 2007

Los guisos de la abuela

Mi abuela Guadalupe empieza a tener ciertos comportamientos propios de la vejez. Mi madre (su hija), mi papá y mi hermano se molestan mucho con ella porque en su afán de ayudar en las laboraes de la casa, siempre termina por entorpecer las actividades de los demás.
La abuela tiene muchísimas actitudes chuscas y, a la vez, deseseperantes. Por ejemplo, duerme mucho durante el día y por las noches camina en camisón por el patio. Se levanta diario a las siete de la mañana a lavar la ropa, que no es mucha, porque mi madre o mi hermano lavan cada dos días. Además, procuramos que no lave porque utiliza el cloro sin distinción alguna. En el proceso hemos perdido muchas prendas. Eso sí, ella nunca hace nada y le echa la culpa a mi tia Elvira.
También suele "embobarse" con la televisión ¡más que yo! y para colmo, cada que la novela en turno se va a comerciales, nos cuenta lo que pasó. Por si fuera poco, cuando alguien le explica cómo ha de tomarse las medicinas, siempre asiente y dice que sí, como si hubiera entendido todo, pero sucede todo lo contrario, porque cuando uno le pide que nos diga a qué hora tiene que tomarse las pastillas no sabe... ¡Nos ignora cuando le hablamos! Cuando hace eso me imagino a Homero Simpson cuando bloquea una conversación que no le interesa escuchar y sólo escucha un "bla bla bla..."para al final darles por su lado. Lo mismo hace mi abuela.
El último evento fue el que me animó a escribir esto, porque fue el que más me enterneció y el que más recordaré. Fue un lunes. Mi mamá estaba lavando, mi papá viendo la tele y mi hermano estaba enojado. Nadie decía nada. Me lo imaginaba, mi abuela había hecho una de las suyas. Entré al cuarto y ahí, sentada, como una niña regañada, estaba mi abuela. Acto seguido, entré a la cocina y entonces pude ver la travesura cometida.
Ese día, cuando salíamos a trabajar, mi madre le dijo a la abuela: Mamá, hay salchichas (entre muchas otras cosas) para que comas. Guísalas a tu gusto. Mi abuela "escuchó" y quiso entender: "Cocina las salchichas a tu gusto para que todos comamos a nuestro regreso". Como dije, no nos hace caso.
Así pues, mi abuela se dispuso a preparar la comida. Cocinó medio kilo de salchichas de pavo (mi hermano estaban furioso porque está haciendo pesas y su dieta se reduce a comer productos de pavo y átún). La abuela agregó a las salchichas casi un litro de una salsa exquisita. (Habíamos ido a El Seco, pueblo de mi papá, y mis tías nos regalaron toda esa gloriosa salsa.) Como el platillo no"espesaba", Guadalupe molió unos jitomates y los incorporó al menjurge. Esa tarde nadie se animó a comer el guiso. Tampoco mi abuela.