miércoles, 13 de agosto de 2014

De mi gusto por el uso de los puntos suspensivos

La sensación que experimento al utilizar los puntos suspensivos es inigualable. En mis conversaciones por cualquier chat me es imposible dejar de emplearlos y, quizá, abuso de ellos. Por ahí se dice que "al buen entendedor, pocas palabras." Si esto es cierto, me parece que los puntos suspensivos expresan, precisamente, eso. Wittgenstein decía que de lo que no puede hablarse es mejor callar. Yo estoy de acuerdo con él. Por ello, quizá, abuso en mis escritos de los puntos suspensivos. No soy un parlanchín, tampoco un antisocial, pero sí un hombre de muchos silencios, y éstos silencios sólo he podido expresarlos en mis escritos mediante los puntos suspensivos. Ahora que lo pienso, creo que una clara prueba de que soy un hombre de silencios es mi ausencia de este blog por meses y meses.

Este párrafo lo publiqué hace años y lo retomé por dos motivos: 1) Gino, un amigo de la facultad, me comentó en ese entonces que no hiciera paréntisis tan largos entre una publicación y otra. Aunque no estoy seguro si leera esta nueva entrada, lo hago para que, en caso de que lo haga, vea que traté de seguir su recomendación. 2) Hace poco "regañé" a una amiga por su uso del punto y coma. Mi intención no era juzgarla o corregirla. En aquél momento no consideré que ella también podía tener un gusto inexplicable por el punto y coma, así como yo lo tengo por los puntos suspensivos. Pues bien, ahora trataré de ofrecer algunas razones extra para que vean porque me gusta este signo de puntuación.


Me gusta usar los puntos suspensivos porque expresan una pausa distinta de la pausa que indican el punto, la coma o el punto y coma. La pasua de los puntos suspensivos es transitoria y puede expresar duda, temor, vacilación o suspenso. ¡Sí, todo eso! ¿Será que los puntos suspensivos son más expresivos que yo y por eso prefiero utilizarlos a ellos? El uso que más me gusta es para dejar una idea incompleta y en suspenso. ¿A quién no le gusta hacerse el interesante en sus escritos? Según la RAE, se suelen utilizar para insinuar expresiones o palabras malsonantes o inconvenientes. Es decir, los puntos suspensivos son "educados" y políticamente correctos. Quizá el uso más extendido de los puntos suspensivos es para dar por entendido algo o simplemente para interrumpir un discurso.

No obstante, además de todas estas bondades, los puntos suspensivos no sólo indican una interrupción en el discurso, también se pueden utilizar con intención enfática o expresiva y alargar entonativamente un texto. Shakespeare sabía eso: "Ser... o no ser... Esa es la cuestión."

Mi pasado como editor me obliga a señalar también que los puntos suspensivos indican la supresión de una palabra o un fragmento en una cita textual.

Sin embargo, considero que el uso de los puntos suspensivos debe ser prudente. Así como hay gente que no conoce los signos de puntuación, también existen personas que abusan de ellos. Escribir es un arte difícil de adquirir e incluso de ejercitar. Creo que cada uno de los signos de puntuación tiene su dignidad y, por ello, merecen ser tratados con respeto. Sin embargo, yo encuentro especial debilidad por los tres puntos. Me identifico con ellos porque expresan mucho sin decir nada. Porque invitan a pensar al lector, porque lo obligan a imaginar y ser creativo. Porque no son sencillos de utilizar o aplicar. Porque son misteriosos, porque... no lo sé, simplemente puedo decir que me gustan por todo lo que he dicho arriba.



Letras, charlas, amistades...

Me han invitado a leer un blog. La autora tiene mucho qué decir y este esfuerzo desea transformarlo en un libro. Después de leer la primer entrada, noto en sus palabras ese deseo por expresar sus sentimientos, anécdotas personales y experiencias vitales. En algunas entradas hay mucha intensidad; una energía que desesperadamente busca una válvula de escape. En este ejercicio catártico percibo cómo la autora experimenta el mismo drama de todo escritor: la incapacidad expresar lo que vívida y profundamente piensa y siente. Pero me alegra ver que eso no es un obstáculo para que escriba.

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de platicar y conocer un poco más a la autora. Soy un afortunado por haberla conocido y un privilegiado porque, a pesar de tener poco tiempo de tratarla, me ha compartido cosas que son muy personales. Aunque no puedo decir que la conozco, tan poco puedo decir que sea una extraña para mí. Ella es una mujer apasionada y enamorada de la vida a pesar de que ésta le ha puesto pruebas difíciles y dolorosas. Hace poco la vida le ha vuelto a poner una prueba más. Pero es una mujer fuerte. Sé que saldrá adelante porque esa es su esencia: lucha, empuje, carácter, dedicación. Quizá ella no es muy consciente de ello, pero eso es lo que irradia su ser. No tiene por qué ser diferente ahora.

Hace poco una amiga publicó lo siguiente en FB:

"Sé que cuando uno ve las cosas desde afuera, cuando uno no se siente complicado en ellas, es muy fácil proclamar qué es lo malo y qué es lo bueno. Pero cuando uno está metido hasta el pescuezo en el problema (y yo he estado muchas veces así), las cosas cambian, la intensidad es otra, aparecen hondas convicciones, inevitables sacrificios y renunciamientos que pueden parecer inexplicables para el que sólo observa." - La Tregua, Mario Benedetti.

En estos días hablé con la autora y, tras leer esta cita de Benedetti, me quedé pensando si mis palabras fueron superficiales, si he tratado de minimizar un problema que no he entendido del todo. Pero me preocupa más haber sido injusto con ella. Ahora dudo si he sido suficientemente empático con ella. Simplemente no quiero que su ánimo decaiga. No me gusta ver a la gente triste y, sin embargo, tengo una extraña sensación... la lluvia (compañía y consuelo en tantas ocasiones) parece decirme que la autora sigue batallando y que está triste. Y que quizá llora. Sé que hay rabia, coraje, dudas, miedos y que trata de lidiar con todo eso de la mejor forma. Pero ojalá no quiera hacerlo sola.

He experimentado la soledad y sé lo complicado que es querer enfrentar los problemas solo (la mayoría de las veces es imposible). Por eso quiero ofrecerle mi amistad. Sé que la autora tiene mucha gente que la quiere y que la apoya. Pero a pesar de eso, quiero ofrecerme como una alternativa más. Quiero que sepa que, si lo necesita, estaré ahí para ella.
Sería pretencioso, vanidoso y torpe decir que puedo hacer la diferencia o que puedo ser mejor ayuda que cualquiera de sus amigos o familiares. Mi intención es simple y un poco egoísta. Lo que en verdad deseo es que la autora no sólo sea una conocida, sino mi amiga en todo el sentido de la palabra.


 

lunes, 17 de junio de 2013

Ser partícipe en la vida

Hoy recibí una tarea. Me pidieron participar en una investigación sobre el significado de: "ser partícipe en la vida". Cuando acepté la asignación pregunté por la extensión y la fecha de entrega. Obviamente se burlaron de mí. Esta investigación no me la pidió ninguna instancia académica (o al menos eso creo), sino una persona a la que quiero. Mucho. 

Por su puesto que me encuentro perdido. No sé por dónde empezar. Por si fuera poco, E. me ha pedido que el contenido sea concreto y claro. Aunque eso es un reto para cualquiera, lo es más para mí que soy filósofo y me gusta hablar. Trataré de hacer mi mejor esfuerzo.

Aunque parece obvio, empezaré recurriendo al significado mismo de las palabras. Según la Real Academia Española, partícipe significa: "que tiene parte en algo, o entra con otras a la parte en la distribución de ello." Dicho en otras palabras, ser partícipe significa "tener parte" o "ser parte de" o "ser considerado para participar en algo". Ese algo, en nuestro caso, es la vida. 

No pretendo explicar qué es la vida, porque es algo tan general y tan extenso que solemos hablar de la vida personal, familiar, profesional, académica, sexual, física, espiritual, etc. Sin embargo, aún cuando el significado de la vida pueda ser tan amplio, podemos decir que "ser partícipe de la vida" significa: ser parte de la vida o, al menos, ser considerado como parte en esa vida (profesional, personal, espiritual...)

Obviamente, tiene que existir una diferencia entre ser partícipe de la vida profesional o de la vida espiritual y así entre cada una de ellas. En la vida profesional, por ejemplo, los compañeros de trabajo participan y son parte vital de nuestro desarrollo laboral (también deberían serlo los jefes, pero la experiencia nos demuestra que no siempre es así). En la vida espiritual, tu  director espiritual es una persona clave. En la vida académica, tus profesores... y así podemos ir sucesivamente.

No obstante, hay personas que son partícipes de la vida en varios ámbitos, por ejemplo, nuestros padres son partícipes de la vida familiar, escolar, personal... Nuestros amigos, por otro lado, son partícipes de nuestra vida personal, profesional, deportiva, etc. 

Esto último, nos obliga a ver un doble aspecto del ser partícipe de algo. Se puede ser partícipe en algo, porque:
 1) se tiene derecho a participar de algo, o bien, 
 2) porque alguien, libremente, nos permite (nos ha regalado la oportunidad) de participar en su vida.

En el primer caso, siendo niños nuestros padres tienen derecho a participar de mi vida académica en tanto que son mis padres, pero también en tanto que ellos me han pagado los estudios.
En el segundo caso, Alan me ha hecho partícipe de su boda porque él, libremente, me ha invitado a ser parte de ese momento tan especial para él.

Pero también es cierto que hay personas que, teniendo el derecho a participar en la vida, no ejercen ese derecho. Por ejemplo, la esposa que teniendo derecho a que su marido pase tiempo con ella, deja que éste se vaya con sus amigos a jugar cartas. Asimismo, hay personas a quienes no les damos el derecho a ser partícipes de ciertos ámbitos en nuestra vida y que se sienten con el derecho a ser partícipes de ellos. Por ejemplo, aquellos amigos del trabajo que se enojan con nosotros porque no los invitamos al cine.

Conforme uno tiene más conciencia de sí mismo, de su autonomía y su libertad, vamos permitiendo que otros forme parte no sólo de un tipo de vida, sino de varios. Por esta razón, el compañero de trabajo que no está interesado en compartir tiempo con nosotros difícilmente lo haremos partícipe de nuestra vida personal.

En cambio, en el caso de las parejas, conforme crece el tiempo que comparten, la confianza, los intereses y el amor entre ellos, es más fácil hacer que cada uno, libremente, sea partícipe de la vida del otro.


¿Qué entiende miguel por "ser partícipe en la vida"?

Por principio de cuentas, para mí la frase está incompleta, porque tendría que decir: "Ser partícipe en la vida de alguien". Pues desde mi humilde opinión sólo tiene sentido hablar de "ser parte en la vida de otra persona."

En otra ocasión escribí que no dejaba entrar a las personas tan fácil a mi vida y que usaba máscaras pues no quería que me lastimaran. Sin embargo, me pasó lo contrario. Mientras menos dejaba que otros fueran partícipes en mi vida, más triste y solo me sentía. Puedo decir que me sentía amargado, me enojaba de todo, me sentía incomprendido. Pero, ¡cómo no iba a estarlo! Si no dejaba que me ayudaran, si no pedía ayuda, si pensaba que yo solo podía resolver mis problemas. Fue una época difícil.

El proceso de cambio fue difícil, largo, complicado. Ahora después de varios años, me siento mejor. Sigo siendo reservado con algunos aspectos de mi vida, pero hay otros más que son accesibles a muchos otros.

Hace poco más de un año conocí a una persona que ha cambiado mi vida. Con ella he pasado momentos muy buenos, algunos no tanto y, por su puesto, también momentos tristes. Con ella no me siento obligado a ocultar nada. Por el contrario, quiero contarle todo de mí, quiero que se entristezca y se alegre por las mismas cosas que yo. Quiero que sea partícipe de mi vida no sólo en algunos ámbitos, sino en todos. Soy dichoso porque ella me ha permitido ser partícipe de su vida, porque me ha dejado conocerla, porque he aprendido de ella y porque me ha hecho mejor persona. Soy un afortunado porque me dedica tiempo, porque puedo quedarme embobado mientras me ve con sus hermosos ojos y con su sonrisa , porque me escucha y es paciente conmigo.

Quizá ha pasado poco tiempo, pero no saben cómo deseo que ella me deje ser partícipe en otros ámbitos de su vida. El tiempo y, sobre todo, ella, dirán si soy merecedor a tal derecho.





viernes, 26 de octubre de 2012

No dejes de escribirme

No dejes de escribirme.

Mike, deja de hacer lo que estás haciendo. Agarra tus cosas y ¡córrele porque se nos va el tren! Fernando y Luis me estaban correteando. Ya era tarde y yo no podía dejar de escribir. Partíamos hacia Filipinas y ya estábamos un poco retrasados. Me levanté del suelo y mientras lo hacía todas las hojas en las que había escrito se cayeron... Un amable señora levantó algunos de esos papeles y con una sonrisa me los entregó. Sentí pena porque ella fue más rápida que yo para inclinarse, sólo pude agradecerle. No pude recuperar todos los fragmentos de aquella carta... Aunque esta no era la carta inicial, creo que los fragmentos recuperados cuentan una historia que merece ser contada. Una historia extraña, pero creo que algunos se sentirán identificados.

Recuerdo con dolor las últimas palabras y sólo puedo pensar que la vida quiere hacerme una mala jugada. De momento no supe qué hacer ni qué decir, parece que no hablaba contigo. 

No me dejes solo y menos si estoy tan lejos. 

Parecía que hablabas con un extraño y que me desconocías. Pareciera que el tiempo que hemos pasado juntos no hubiera valido la pena. Como si lo poco o mucho que hemos compartido se hubiera ido al caño. 

Ahora parto hacia un lugar lejano. Asia, el Pacífico, islas y bellas playas, pero no tiene sentido. 

No tengo lo que más quisiera en estos momentos... 

Tú. Te quiero a ti. Pero estás y no estás. 

Estás porque me sigues escribiendo y porque tengo la esperanza de que sea porque me quieres más allá de nuestra amistad, pero también pienso... 

(y vuelvo a pensar) que...

me escribes porque te sientes obligada. 

Sé que no te gusta eso de mí... que piense. Pero cómo dejar de hacerlo. 

....ahora que empiezo a sentir y a darle cabida al sentimiento, me vuelvo a quedar como antes, sin nadie a quién querer, sin nadie con quien querer... 

Tengo amigos y algunos "amigos"... 

Claro que me interesa tener amigos y a todos ellos los quiero, pero a ti no te quiero como amiga, 

más aún... 

no puedo verte como amiga. 




No quiero verte como amiga. 

Pero al mismo tiempo no estás, te siento distante y sé que tienes algo, no sé que sea. 

Ojalá pudiera ayudarte, ojalá pudieras confiar más en mí. Ojalá pudiera convencerte de que lo nuestro vale la pena. Ojalá la próxima vez que nos veamos sea para arreglar las cosas y no para acabarlas. 


Tengo miedo. Tengo miedo de que dejes de escribirme. No dejes de hacerlo. 

martes, 3 de julio de 2012

Regresando a las bases


La intención de este blog ha sido mi catarsis "espiritual". En algún momento señalé que veía a a la escritura como una catarsis. Aunque me sigue ayudando, no creo que me esté auxiliando como antes. Ahora encuentro cada vez más difícil escribir. Tengo un revoltijo en la cabeza y, aunque suene cursi, en el corazón. Estos días he estado pidiendo por ella, aun cuando no quisiera que dichas peticiones se hicieran realidad. Por el momento ella está, aparentemente, cerca de mí, pero si Dios me escucha, ella se irá de mi lado.


Qué doloroso es ver que aquella a quien amas, cambie la faz de su cara. Cómo su sonrisa desaparece de su rostro y notas tristeza y amargura en su mirada.


Me duele. Sigo roto. Seguiré engañandome, creo. Volveré a llenarme de actividades. Me refugiaré en el anime, los libros, la televisión, el blog, las fiestas, el gimnasio... Ocuparé todo mi tiempo. Me cansaré y no me daré tiempo para pensar en ella.


¿La he perdido? Yo pensé que sí, pero parece que no del todo. Creo que mañana me aseguraré.

Al final me decidí a publicar este post

Estoy solo. Rodeado de gente que me estima y me quiere, pero yo me siento solo. Otra vez. Sí, otra vez quiero ponerme a llorar. Quizá busque consuelo, no lo sé. Quizá sólo me baste ausentarme un momento del mundo. Sí, ausentarme, por un breve lapso. Sólo pido eso, no más. ¿Para qué? Para no sentir que desperdicio mi vida... para no sentir que aún no encuentro por qué vivir. No hay nada que me apasione. Nada. En las lecturas encuentro un buen refugio. ¿Qué hacer? ¿Qué quiero de mi vida? ¿Qué quiero disfrutar? ¿Los amigos? Estoy en esa etapa donde (y me disculpo con ellos, en verdad) los siento como una carga. Nada me emociona, nada me pone alegre. Nada me entusiasma. Bueno sí, hay algo que me entusiasma, la vida errante de un vagabundo. Pasar los días que me resten de vida sin una preocupación fija como: mantener un empleo para pagar tus deudas. ¿Deudas? ¿En verdad ya no disfruto nada? Me siento descorazonado. Vacío. Engañado. ¿Qué hago? ¿Rezar? Lo he intentado y no pasa nada (quizá no he sido paciente). ¡Ya sé, ya sé qué otra cosa me entusiasma! No preocuparme de nada y viajar... Oh, ingenuidad. Permanecer viendo las nubes. Sí, estar recostado en el pasto y ver las nubes. Disfrutar de mi soledad. Estar solo. ¿Será que eso es lo que quiero? Estar solo y no ser molestado por nada. He perdido a un gran conversador, a un amigo que, al igual que yo, creo que se siente solo. Ojalá me equivoque. Ya ni escribir se me antoja. No me interesa mi trabajo. No me gusta. No quiero hacerlo. El problema es que no quiero hacer nada. Sólo descansar. No quiero salir. Quiero una vida fácil. Falsa esperanza. Pero ¿por qué la veo como plausible?


Me siento desperdiciado. Ojalá nunca publique este post. No sé que lleguen a pensar. Si llego a hacerlo, pediría sinceridad en sus comentarios.

Esperanza, mi abuela

Mis catarsis dependen mucho del tiempo o de la compañía que tenga. En esta ocasión el tiempo me sobra. He tratado de reflexionar sobre muchas cosas en estas horas, desde mi primer año en el MBA, las amistades que que he empezado a sembrar, el trabajo de verano que estoy a punto de iniciar el tiempo que dejaré de ver a las personas que quiero, mi primera cita con E. Pero también pienso en el fallecimiento de mi abuela Esperanza.
Ella, al igual que el resto de mis tíos, tenía tres nombres: María Aurora Esperanza. Por algunas confusiones administrativas en el Registro Civil, mis tíos y mi papá tiene el apellido materno de mi abuela (Romero), en lugar del paterno (Sandoval). Aunque jurídicamente podría ponerse en duda el parentesco de mi abuela, eso no puede hacerse ni genética ni moralmente. Tanto en el rostro como en las actitudes o el carácter de sus hijos, nietos y bisnietos se reconoce la herencia y el ejemplo de vida que fue "Pelancho" para nosotros.
Como toda mujer mexicana su primera preocupación siempre fue su familia. Siempre callada, pero siempre preocupada por sus hijos. Humilde, abnegada, sencilla. Preocupada por atender a sus hijos cuando la visitaban: "Anden, hijos, coman", decía, aunque ella no hubiera desayunado. A pesar de que la mayor parte del tiempo la veía seria, también recuerdo su risa y su sonrisa. No obstante su edad, también rememoro que nunca dejó de ser "coqueta": tenía el cabello largo y siempre se peinaba de trenzas. No olvido lo paciente que era con sus nietos cuando éstos hacían travesuras. Tan paciente era que su palabra más grosera era: "cabresto". Le molestaba escuchar groserías, es más cuando alguien las escuchaba mi abuela lo reconvenía: "Ora, tú, has de pensar que caes diciendo tanta peladez". También recuerdo que solía repetir la última oración que había dicho mientras conversaba. En mi infancia recuerdo que pasaba algunas temporadas en nuestra casa.
Creo que llegué a quererla más que a mis otras abuelas porque nunca me dio mal ejemplo,nunca perdió la paciencia ni la escuche gritando o hablando mal de la gente. Procuraba rezar diario e ir a misa los domingos. La admiro y la respeto porque a pesar de su condición en los últimos meses, siempre trató de ser autosuficiente (nadie la cuidaba), y le preocupaba incomodar a los demás por su estado.
Abuela, como un sencillo e insignificante homenaje, sólo quiero agradecerte por ser quien fuiste. Por enseñarme a ser un hombre sencillo, agradecido y servicial, pero, sobre todo, por mostrarme que el mejor regalo que puedes dar a la vida es tener una familia enorme y aún más importante una familia unida. Me enorgullezco de pertenecer a esa familia. 

Muchas gracias, Abuelita.