martes, 3 de julio de 2012

Al final me decidí a publicar este post

Estoy solo. Rodeado de gente que me estima y me quiere, pero yo me siento solo. Otra vez. Sí, otra vez quiero ponerme a llorar. Quizá busque consuelo, no lo sé. Quizá sólo me baste ausentarme un momento del mundo. Sí, ausentarme, por un breve lapso. Sólo pido eso, no más. ¿Para qué? Para no sentir que desperdicio mi vida... para no sentir que aún no encuentro por qué vivir. No hay nada que me apasione. Nada. En las lecturas encuentro un buen refugio. ¿Qué hacer? ¿Qué quiero de mi vida? ¿Qué quiero disfrutar? ¿Los amigos? Estoy en esa etapa donde (y me disculpo con ellos, en verdad) los siento como una carga. Nada me emociona, nada me pone alegre. Nada me entusiasma. Bueno sí, hay algo que me entusiasma, la vida errante de un vagabundo. Pasar los días que me resten de vida sin una preocupación fija como: mantener un empleo para pagar tus deudas. ¿Deudas? ¿En verdad ya no disfruto nada? Me siento descorazonado. Vacío. Engañado. ¿Qué hago? ¿Rezar? Lo he intentado y no pasa nada (quizá no he sido paciente). ¡Ya sé, ya sé qué otra cosa me entusiasma! No preocuparme de nada y viajar... Oh, ingenuidad. Permanecer viendo las nubes. Sí, estar recostado en el pasto y ver las nubes. Disfrutar de mi soledad. Estar solo. ¿Será que eso es lo que quiero? Estar solo y no ser molestado por nada. He perdido a un gran conversador, a un amigo que, al igual que yo, creo que se siente solo. Ojalá me equivoque. Ya ni escribir se me antoja. No me interesa mi trabajo. No me gusta. No quiero hacerlo. El problema es que no quiero hacer nada. Sólo descansar. No quiero salir. Quiero una vida fácil. Falsa esperanza. Pero ¿por qué la veo como plausible?


Me siento desperdiciado. Ojalá nunca publique este post. No sé que lleguen a pensar. Si llego a hacerlo, pediría sinceridad en sus comentarios.

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