Por: David González Ginocchio y Miguel A. Marcos G.
*Este texto fue leído por su servidor en un Coloquio de filosofía organizado por la facultad, mientras mi colega, Gino, recibía un premio literario.
"Todo lo que he aprendido de moral, lo he aprendido en un campo de fútbol"
Albert Camus
Introducción
Somos los últimos y no somos serios. Dejemos los academicismos y recordemos que esto es sólo un esbozo. Vamos a hablar aquí de filosofía y de fútbol. Vamos, en concreto, a analizar si cabe considerar al fútbol desde el punto de vista filosófico. En un primer momento veremos si esto es posible. Después, ahondaremos un poco en qué tipo de conocimiento cabe hacerse sobre el fútbol. Y de esto examinaremos dos cosas: 1) Si cabe considerar al fútbol como ciencia (esto es, como filosofía segunda) y 2) si cabe considerar al fútbol como arte. Descartamos de antemano la consideración del fútbol como un conocimiento sensible —cosa que parece que no es— y como un conocimiento de los principios últimos de la realidad en sentido propio.
Quizá hayan escuchado algunos la definición "manualística" de filosofía:
cognitio rerum omnium per alttisimas causas sola rationes luminem comparata. Basándonos en esta definición, podemos afirmar que, si en efecto la filosofía busca -pretende, es una modesta palabra que suele usarse- conocer todas las casas, y el fútbol es una cosa, entonces la filosofía pretende también conocer el fútbol.
Si que ha sido usual, en la historia de la filosofía, reducir el ámbito, el conjunto de objetos susceptibles de una consideraci6n filosófica. Para algunos, la filosofía no ha sido más que un montón de palabras vanas, sin sentido. Sólo la ciencia puede hablar sobre la realidad.
Quizá algunos, después, se dieron cuenta de que sin una teoría filosófica de la ciencia, la misma ciencia no tendría sentido. Por lo demás, si sólo la ciencia puede hablar sobre la realidad, y el fútbol resultara no ser una ciencia, del fútbol no podrían hablar sino los comentaristas. El conocimiento que tenemos en México del fútbol estaría limitado, en la práctica, a las sabias y aladas palabras de José Ramón Fernández y Enrique Bermúdez (y algunos pocos más).
Pues mi colega y yo estamos en franco desacuerdo: en verdad nos parece que si puede llegarse a una consideración más profunda.
Haciendo un examen bastante superficial, podemos advertir alga de la complejidad del asunto:
(1) Primero, en el fútbol no hay media, no hay punto medio. Al fútbol se le ama o se le odia. Quien dice que es indiferente, a nuestro juicio, es porque no lo conoce bien. En nuestra misma facultad, sin ir más lejos, tenemos ejemplos de ambas actitudes en algunos profesores.
(2) Segundo, el fútbol es un lugar común de la amistad. ¡Cuántas amistades no han surgido entrelazadas a él, como las enredaderas al árbol (el fútbol es el árbol que cobija buena sombra a quien se le arrima)! En él se comparten alegrías, que robustecen la amistad; tristezas y derrotas, que la ponen a prueba y la refuerzan; alcohol, que desinhibe las lenguas y las mentes...
(3) Y en tercer lugar —también en una consideración jerárquica— el fútbol es un punto clave en la economía mundial. Las transferencias de jugadores, las marcas, la publicidad... los grandes fútbolistas se cuentan entre los hombres mejor pagados del mundo.
Estos tres puntos son solo una muestra pequeña, si bien significativa, de la relevancia del fútbol. Se ve que, si alguien conoce bien al fútbol, no puede ser tan indiferente a él.
Se ha afirmado que ordenar es tarea propia del sabio. Nos atrevemos a extender esta afirmación: ordenar es tarea propia del aspirante a sabio, del amante de la sabiduría. Y ordenar implica dar a cada cosa el lugar que le corresponde. Nosotros partimos de una intuición, que hemos tratado de transmitirles, a saber, que al fútbol si que le corresponde un lugar en el ámbito del saber filosófico. Qué clase de saber sea ese y, por ende, cuál sea el lugar propio del fútbol es lo que procuramos investigar.
Ante todo, conviene decir que no todo saber es de la misma clase. Existe el saber propio de la opinión, el de los ancianos (al que aludimos en eso de «más sabe el diablo por viejo...»), el de los científicos, el de los artistas... En la Apología de Socrates, el Acusado, hijo de Sofronisco, nos relata una búsqueda de una sabiduría que él ha indagado, y cuál sea ella. Se lee en el trazo de la magistral pluma de Aristocles, en 20d: «...yo no he adquirido renombre por otra razón que por cierta sabiduría. ¿Qué sabiduría es esa? La que, tal vez, es propia del hombre; pues en realidad es probable que yo sea sabio respecto a esta.» Después, Sócrates hablará de la sabiduría que el hombre puede alcanzar, de la docta ignorancia... Vamos a revisar ahora esa búsqueda que Sócrates realiza, la búsqueda del filósofo. Sócrates en realidad quería refutar al oráculo; su intención es decirle (21c): «Este es más sabio que yo y tú decías que lo era yo.» Pero a nosotros no nos interesa ahora el fin de la búsqueda de Sócrates, sino la búsqueda misma.
¿En qué interesa la búsqueda? Si viene a cuento ahora, es porque en ella Sócrates nos muestra que no toda sabiduría es del mismo tipo. Vale decir, hay distintas clases de conocimientos, de
gnosis. Sócrates distingue primero el conocimiento de los políticos —que es a quienes primero se dirige—; en rigor, de este político y muchos otros dice Sócrates que creía el mismo [que era sabio], pero que no lo era.
Después de hablarnos de que un arte es el de la política, y parece ser ésta el arte de gobemar —que, por cierto, para Platón parece ser una actividad eminentemente del filosofo—, Platón nos habla de otro tipo de conocimiento. Dejémoslo hablar (dice en 22b): «Tras los políticos me encamine a los poetas, los de tragedias, los de ditirambos y los demás, en la idea de que allí me encontraría manifiestamente mas ignorante que aquellos.» (Después, sin embargo, dirá Platón que «los poetas... no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertos dotes naturales y en estado de inspiración como los adivinos y los que recitan en los oráculos.» En el
Ion, Platón reafirmará y abundará más en esta idea; pero nosotros no la compartimos, y sostenemos que la
texne, la
poiesis sí es un tipo de conocimiento.)
De un último tipo de saber, de conocimiento, nos habla Sócrates. Y éste es el saber obrar.
Dice Sócrates en 22c-d: «En último lugar, me encamine hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por así decirlo, no sabía nada, en cambio estaba seguro de que encontraría a éstos con muchos y bellos conocimientos.» A juicio nuestro, tanto el saber de los poetas como el de los artesanos es un saber artístico,
tejneico si se quiere. Hablaremos mas de esto poco más adelante.
Y si seguimos exprimiendo la
Apología de Sócrates, esa obra maestra de la literatura, quizá podamos entresacar de las líneas algo de la sabiduría propia del filósofo. Quizá podamos descubrir, o al menos atisbar, cuál es la sabiduría propia del filosofo, que Sócrates parece personificar. Dejamos que hable una de las grandes cabezas de la historia de la filosofía, Platón: «Y parece que éste [el dios de Delfos] habla de Sócrates —se sirve de mi nombre poniéndome como ejemplo, como si dijera: “Es el más sabio el que, de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabiduría”.» Parece que puede otearse, barruntarse, alga del saber propio del filósofo. Pero hasta aquí Platón.
Aristóteles, en el primero de los libros de su
proté philosophía, ahonda un poco más en estos mares. En Metafisica I, 1, habla del conocimiento sensible, la
aisthesis: del conocimiento por experiencia, la
empeiria; del conocimiento del artista,
texné; de la ciencia,
epistéme; y la
sofía.
¿Qué clase de conocimiento es el fútbol? ¿Es un conocimiento sensible? No parece serlo. ¿Es un conocimiento de experiencia? Sin duda la implica, como la implican el arte, la ciencia y la sabiduría. Porque «la ciencia y el arte llegan a los hombres a través de la experiencia. Pues la experiencia hizo el arte, como dijo Polo, y la inexperiencia el azar.» Esto se lee en la Metafisica I, 1. Pero el fútbol no parece ser un conocimiento meramente de experiencia, un conocimiento meramente empeirético.
Vamos a tratar de dar vueltas a estas ideas generales.
I. ¿Es ciencia el fútbol?
Ni de broma. No lo es. Quien así lo afirme, se equivoca rotundamente. Además, la
onus probandi, la carga de la prueba, la tiene él. Para seguir con nuestra consideracion clásica hablemos algo de la filosofía de la ciencia en Aristóteles.
En opinión de Aristóteles, poseemos un conocimiento científico cuando conocemos de manera absoluta la causa par la que la cosa es lo que es, y al conocer que no es posible que sea de otra manera
[1].(La definición de ciencia como conocimiento de las casas par sus causas es mas manualística que aristotélica.)
Se dan en las ciencias un genero-sujeto, unos principios a partir de los cuales se demuestra y lo demostrado. Estas demostraciones son, precisamente, lag afecciones del sujeto. «Si no hay algo demostrado (…) no hay ciencia demostrativa.»
[2]«Aristóteles sostuvo que el conocimiento científico,
episteme, significa un avance más allá del conocimiento del puro hecho (
to hóti) al conocimiento del “hecho razonado” (
to dióti) (APo I.13 78a22-1.14 79a24, 1.33 89a15-22, 11.1 89b24-31) o la “razón por qué” (
ta dia ti) más allá del hecho (II.2 90al-33, II.9 93b39)»
[3].
En el conocimiento científico media la demostración como razonamiento científico; así, el conocimiento demostrativo se basa en casas primeras, verdaderas, inmediatas y más conocidas y causales respecto de la conclusión
[4]. Esto es: partimos de lo más evidente para nosotros a lo menos evidente para nosotros, que es, par contraste, lo más evidente por naturaleza. Las demostraciones serán tales «cuando versen sabre las cosas que se dan en sí en el genera tratado»
[5].
Ahora bien, en el fútbol, parece verse claro el genero-sujeto: el juego. Los principios también parecen ser evidentes: las reglas. Lo que no está tan claro es que en el fútbol se quiera demostrar algo, o conocer par causas, sabiendo que se conocen las causas en cuanto tales. En otras palabras: ¿qué rayos estudia un científico del fútbol? Es una pretensión interesante, pero no puede dársele al fútbol un carácter de ciencia. Mucho se ha concedido ya, y ahora es posible encontrarse con un elenco interminable de ciencias: la numismática, la mineralogía, la minería, la forestalogía, la criminología, la administración, el estudio del cine (que ha terminado en premios con estatuillas). Basta ya. El que un conocimiento no sea científico no implica que sea inútil.
Si quisiera, aún así, arriesgarse alguien a hablar de fútbol como ciencia, tendría que hacerlo por media de analogías. Esto es, tendría que analogar el tratamiento que dé al fútbol con el que corresponde a una ciencia. Por lo demás, nosotros le hemos hecho ya una advertencia. No nos hacemos responsables par los efectos de semejante intento.
Lo que importa en el fútbol es ganar, la competencia, la camaraderia... y el gol. (Y, por supuesto, el Mundial.) Pero en realidad, lo único que importa al comentarista, al jugador, al espectador, etc., es que el partido sea "grande". Que se juegue bien. Por ello el fútbol es arte.
Ahora mismo aclaramos esto.
II. El fútbol como arte
Obvia decirlo. Ni Aristóteles ni Platón ni Sócrates —ni ningún clásico griego— habla del fútbol. Aquí nos separamos, pues, un poco de ellos.
Aristóteles tenía la profunda convicción de que el ser y la verdad pueden ser buscados y alcanzados desde caminos muy distintos. Por esto mi colega y yo, nos hemos enfrascado en tratar de alcanzar una nueva verdad: el fútbol es un arte.
Podemos decir en general, que el hombre en la antigüedad cuando tenía satisfechas sus necesidades primarias, tenía tiempo libre, tiempo que utilizaba para filosofar, y ejemplo vivo de ello es Aristóteles, que tenía miles de esclavos (recibidos de su discípulo Alejandro Magno) y que, por tanto, no necesitaba preocuparse por saber qué comería, sino por él tó on y la proté philosophia. Actualmente, existen personas con tiempo libre: unos lo siguen utilizando para filosofar, otros para jugar fútbol y, otro más, para hablar de él.
Me parece que en nuestro caso, no perdemos el tiempo, pues lo que hacemos es hacer filosofía del fútbol, y el mismo Aristóteles justifica lo que estamos haciendo, porque, en general, para el estagirita el filosofar consiste en una reflexión sobre la operación por la cuál las cosas llegan a ser. Y dentro de las cosas que llegan a ser unas lo son por naturaleza, y otras por arte, y aquí es donde colocamos al fútbol.
Ahora bien, hay que decir que nosotros estamos entendiendo arte en el sentido griego, como texne, como un saber hacer, no un mero hacer sino un saber hacer bien. Y la texne se nos presenta como una actividad profundamente humana, puesto que involucra todas las potencialidades de cada hombre, y como la tecxne procede de la radicalidad del ser humano, necesariamente se ha de manifestar corpóreamente, y en algo concreto y particular, es decir originando un nuevo ente.
En el fútbol nos damos cuenta de que esto ocurre del mismo modo, pues quien produce este nuevo ergon: el fútbol, es el hombre, y lo manifiesta corpóreamente, desde el remate del delantero hasta el lance del portero, y en algo concreto y particular, el balón de fútbol.
Y dado el carácter de la razón poiética, podemos decir que el fútbol es inagotable e infinito en cuanto al modo de producirse, por ello podemos ver un juego espectacular como el brasileño, o un juego estratégico como el catenatio italiano, o un juego rústico y precario, aunque lleno de sabor e ilusiones, como el mexicano.
Y como en cada actividad humana lo imperante es la causa final. El fin que persigue el ser humano al jugar fútbol no es simplemente anotar goles. Nos parece que, dado el planteamiento aristotélico de que la forma vital es el principio último de los seres vivientes, (por ella vivimos, sentimos y razonamos) ella es el fin de nuestras operaciones, pero es un fin que no se expresa de manera inmediata como posesión o término porque no somos seres acabados.
De este modo, el alma es fin, pero se manifiesta como actividad de aquello que nos conduce al propio perfeccionamiento, y como el fin de todo ser vivo es la actividad; el fin en la vida de los seres naturales es el mismo ejercicio de aquello que los especifica; y dado que el fin es lo que unifica cada uno de los movimientos y operaciones, el fin de la vida consistirá en determinar la actividad y mantenerse en ella, y si lo especifico del ser humano es la racionalidad, entonces el fin ultimo de cada una de las operaciones y movimientos que a este competen será manifestar la vida por la racionalidad.
El fútbol como artificio es algo exclusivo y propio del ser humano y, por ende, resultado de la libertad, y en tanto que es libre, perfecciona el hacer humano. Por tal razón el fin del fútbol, y del arte en general, no puede reducirse a ser un mensaje, un placer o una mercancía (aunque de hecho este se esté dando), sino en algo extrínseco a la actividad: manifestar el ser. En este sentido el arte, y por tanto el fútbol, pues lo consideramos así, adquiere un estatuto metafísico.
Después de dar un argumento más a favor de que se puede hacer filosofía del fútbol, y bajo que perspectiva, pasaremos a analizar por qué podemos llamar al fútbol un arte. El fútbol puede ser considerado un arte, en el sentido griego, puesto que no se trata de patear un balón y anotar goles solamente, sino de patear una pelota bien, pues no es lo mismo hacer un despeje de meta que cobrar un tiro penal, pues si uno quisiera patear el balón como si se hiciera un despeje de meta al cobrar un tiro penal, seguramente éste se fallaría (me vienen a la memoria los tiros penales del mundial de USA '94).
Sin embargo, el fútbol no puede reducirse a la técnica que se tiene para golpear un balón, el fútbol va más allá, y me refiero en concreto al estilo de juego que manejan los equipos. Se menciona que hay equipos que juegan espectacularmente, otros que juegan practico, otros que juegan al contragolpe, etc. Pero, no nos detendremos en discutir que tipo de juego es mejor o cual es peor, pues sólo podemos decir que si ese estilo de juego permite manifestar la vida racionalmente, entonces es un arte, pues no hay que olvidar que el fútbol no puede consistir en un mero placer, y por tanto, estar en desacuerdo con estilo de juego porque no nos gusta es una posición valida, pues esta es una opini6n, y por ello subjetiva.
La doctora Virginia Aspe Armella en su libro El concepto de técnica, arte y producción en la filosofía de Aristóteles, menciona que el estagirita tienen un pasaje donde dice que la cocina es la primera de las artes, y el estagirita dice esto argumentando que, conforme se satisfacen las necesidades primarias y poco a poco se va estableciendo una abstracción sobre el alimento, la cocina se vuelve una manifestaci6n estética: apariencia, sabor y artificio. Ahora que, si esto lo trasladamos al fútbol, podemos notar que puede hacerse una nalogía, con la salvedad de que no sabríamos si es la segunda, o la última de las artes.
La analogía puede hacerse en el sentido de que así como se van satisfaciendo las necesidades primarias en el fútbol, que serían aprehender a patear el balón, el trabajo en conjunto, conocer las reglas, etc., puede empezarse una abstracción del juego mismo, hasta convertirlo en una manifestación estética, como es el control del partido, el modo de defender y de atacar, el modo en que se tiene que marcar...
Pero creemos que dentro del mismo juego se muestra artes particulares, y estos se manifiestan en cada una de las jugadas que realizan los jugadores, en particular las jugadas en que el cuerpo adopta posiciones que sólo algunos pueden realizar y que resultan novedosas, como la conocida "chilena", la "palomita", el "túnel", y los distintos lances que tiene un portero. Éstos movimientos no son sino la manifestaci6n de la vida, y que en tanto ejercicio de la libertad humana, manifiestan a su vez, la racionalidad humana, pues no los hacen por instinto, sino porque lo han pensado así.
No se ha querido, ni se ha podido agotar un estudio sobre la filosofía del fútbol, pero baste por el momento con lo que hemos dicho para que otros hablen.
[1] Cfr. Bk 71b 9-12 Estamos en
Analitica Hýstera[2] Morán, Jorge: Algunas consideraciones sobre el génos-hypokéimenon., p. 7
[3] Byrne, Patrick:
Analysis and Science in Aristotle. Albany, N.Y: State University of New York Press, 1997, p. 81. La traducción es nuestra.
[4] Cfr. Bk. 71b 21-23
[5] Morán, Jorge: Op. Cit., p. 6