martes, 14 de octubre de 2008

Viajes existenciales 1

Recién he escuchado una plática sobre el amor humano. Me ha dejado perplejo. No deja de sorprenderme que, sobre el amor, sé muy poco. Casi nada. He estudiado mucho en los libros al respecto, pero mi vivencia ha sido prácticamente nula. Durante la charla entiendo perfectamente las «fases» del amor humano y cómo debiera vivirse cada una de ellas, las dificultades que se atraviesan e, incluso, medio entiendo cómo funciona la psicología humana. Sin embargo, cuando escucho al público (varios de ellos viviendo su noviazgo, otros, casados y algunos en ese proceso de decisión), me siento inexperto porque no lo he vivido.

Ahora que lo medito, creo que no he avanzado mucho al respecto. Reafirmo la teoría, pero la “práctica”, ¿cuándo? Sólo me repito: “Algún día, m, algún día…”. No busco consuelo, comprensión o alivio. Me molesta sonar o parecer un "alma atormentada". (He de reconocer que a veces actúo así, pero, ese no es el caso).

Al igual que Benedetti, considero que el amor es cosa seria. El problema es que, cuando soy serio, suelo ser muy racional. Busco certezas, conocimientos que me den garantías, seguridad… aunque sé que el amor no es así. El amor ocurre entre dos sujetos libres y, por tanto, no se puede exigir. y, en la medida en que no se puede exigir, es difícil garantizar que alguien ame o quiera a alguien: ¿cómo saber si mi amada realmente me ama?, más aún, ¿cómo le garantizo a ella que realmente la amo? Lo más sensato sería responder: amándonos. Pero, ¿acaso esto no es una petición de principio?
Sigo siendo racional.

Quisiera pensar que la respuesta no es ni una petición de principio ni siquiera una paradoja. Amar es un verbo transitivo, dicen. Una acción que pasa y se transfiere de uno a otro. El amor, sobre todo, el amor de pareja, debe ser una acción recíproca.
Pero, podría preguntarse alguno, ¿por qué te preocupa tanto que alguien te demuestre su amor? El amor es desinteresado. Lo sé, incluso he llegado a decirlo abiertamente: no puedes amar esperando recibir algo a cambio. Pero creo que esta idea es romántica, pues ¿quién es tan ingenuo para entregarse todo él (ella), sin esperar nada a cambio? Somos humanos, necesitamos saber (estar seguros) que alguien nos ama. Necesitamos esa reciprocidad. Pero, ¿qué hacer si no existe? Nada. Lo mejor es retirarse. El proceso de aceptación es doloroso. A veces, demasiado.
(Ahora que lo releo, estoy un poco asqueado de tanto que aparece el verbo amar)

lunes, 6 de octubre de 2008

Tengo rodilla, no tengo rodilla

Je. En el blog no suelo hablar de lo que me pasa en mi vida personal, pero ésta es una ocasión especial. Al menos así lo considero. El viernes pasado me operaron de la rodilla. No quería. Tenía miedo. Con uno de mis amigos hacía bromas (quizá pesadas para algunos) como: pensar que me cortarían la pierna, que quedaría paralítico o que moriría. De hecho, ese mismo amigo ya estaba apartándose mi disco duro, pues ahí tengo respaldada toda mi música. Aunque a mí me preocupaba más el paradero de mi "breve" biblioteca.

La programación de la cirugía tuve que decidirla en dos minutos, el jueves antes de mi operación. Fue extraño. A todo el mundo le decía que quería operarme cuanto antes, que quizá el viernes o el lunes, pero, cuando la doctora me dijo que sólo bastaba mi aprobación para reservar el quirófano, sude frío. Quedé paralizado por un momento. Fue difícil. Fue un momento verdaderamente existencial, es decir, lo viví. Tuve conciencia de mi ser, de mi vida. Aceptar la cirugía implicaba una responsabilidad enorme. Es uno de esos momentos en los que realmente comprometes contigo mismo. (jeje, recuerden que soy algo exagerado)

Los exámenes pre-operatorios y la entrada al quirófano me esperaban. Todo iba normal hasta que me pusieron el oxígeno. En ese momento sentí realmente que sería operado. De fondo escuchaba "duranguense" y después "salsa". Luego, uno por uno entró el sequito de doctores que me intervendrían.

Lo que más recordaré es cómo mi pierna quedó prácticamente inerte. Fue sorprendente ver que los doctores la manipulaban y yo no sentía nada. ¿Aristóteles diría que mi alma abandonó por dos horas mi pierna? ¿A dónde fue? Si se fue, ¡¡¿por qué regresó?!! Si no se fue, ¿se durmió? Luego de todo esta serie de preguntas, me siento más tomista que aristotélico. (Damn!!)

En fin... hasta aquí dejo este asunto...


Ah, eso sí, que dolorosas son las inyecciones que me recetaron...